Aún no había amanecido el pasado 27 de enero cuando un grupo de 51 alumnos y alumnas de 3º de ESO iniciaron un viaje a Sierra Nevada, organizado por la profesora Cristina Romero, del Departamento de Educación Física, acompañada por los profesores Antonio Ruíz y Martín López. Los pronósticos del tiempo no invitaban precisamente al optimismo, pero ello no mermó un ápice el entusiasmo y el interés de nuestro alumnado, que se disponía a pasar tres días en la alta montaña para disfrutar de un completo programa de actividades en la nieve. Pero nuestros objetivos iban más allá de la práctica deportiva, pues pretendíamos además que conocieran y disfrutaran del Parque Nacional de Sierra Nevada, a fin de fomentar entre ellos las conductas positivas y de respeto en el uso lúdico de la Naturaleza, así como profundizar en el conocimiento geográfico de nuestro entorno natural.
Sin embargo, cuando llegamos a Pradollano apenas se podía contemplar la ansiada nieve, que sólo se apreciaba en la pista del Río. Aun así, tras descargar el equipaje en el albergue de Inturjoven de la Junta de Andalucía, el autobús nos bajó hacia el área recreativa del Mirlo Blanco, donde pronto estábamos disfrutando de un vertiginoso viaje con los trineos rusos. Poco después chicos y chicas ya estaban deleitándose en la nieve conduciendo los trineos y los roscos neumáticos. Choques, caídas, revolcones, nada podía parar el entusiasmo y la energía de nuestro alumnado, que aprovechó intensamente todo el tiempo que duraba la actividad. Luego comimos y, cuando la lluvia empezó a hacer acto de presencia, decidimos regresar en el telesilla y resguardarnos en el albergue. Hecho el reparto de habitaciones, algunos intentamos descansar un rato, pero la mayoría renunció al descanso y se puso a conocer todos los recovecos del albergue y a jugar al billar, al futbolín o a otros juegos disponibles. Antes de cenar el frío era ya intenso y la nieve empezó tímidamente a hacer acto de presencia. Durante la cena, el monitor nos planteó todo tipo de dudas sobre la posibilidad de esquiar al día siguiente. No albergaba ninguna esperanza, pero la lucha intensa de nuestra compañera Cristina, infatigable para conseguir que nuestro alumnado esquiara, junto a los irónicos y certeros comentarios de Antonio, consiguieron vencer al pesimismo y la falta de ánimo del monitor. Aún así, al final de la noche pocos apostábamos por poder esquiar al día siguiente.
El 28 de enero amaneció frío, muy frío, ventoso, pero con un manto de nieve que se extendía más allá de donde nos llegaba la vista. Tras el desayuno, milagrosamente la estación de esquí permanecía abierta, por lo que, tras recoger el material de esqui, nos dispusimos a subir en los telecabinas que nos conducirían a las pistas de Borreguiles. La visibilidad era muy reducida pero la zona de principiantes estaba abierta y nuestros chicos y chicas, distribuidos entre los distintos monitores, comenzaron a aprender los rudimentos del esquí. Risas, caídas, lágrimas, posturas imposibles, cuñas… de todo hubo esta dura jornada de un frío cada vez más intenso. Los termómetros marcaban 5 grados bajo cero y la nieve, que caía copiosamente, azotaba nuestros rostros movida por la ventisca. Los grupos de escolares que estaban en Borreguiles decidieron adelantar la comida para poder resguardarse un rato de las extremas condiciones y llenaron como nunca el comedor habilitado para ello. No había forma de entrar ni mucho menos de encontrar un sitio donde comer y poder descansar un rato. Tuvimos que comer donde buenamente pudimos, ateridos de frío. En estas condiciones, sólo tres alumnas, que querían seguir esquiando pero que verdaderamente no podían con su cuerpo, se fueron con Martín a un sitio más cómodo y caliente, donde descansar un rato y poder descongelar su pelo. El resto continuó esquiando hasta las 3 de la tarde, cuando las condiciones hicieron imposible la práctica del esquí. Volvimos media hora antes de lo previsto pero con el objetivo cumplido: nuestros alumnos habían conseguido aprovechar el primer día de esquí, dando además un ejemplo de motivación, entusiasmo, capacidad de resistencia y, además, sin crear ningún problema. No hubo ni una sola renuncia. Cuando regresamos a Pradollano y dejamos el pesado equipo de esquí, todos pudimos respirar. En el albergue nos esperaba una reconfortante ducha calentita y un merecido descanso antes de cenar. Después de la copiosa cena continuó la diversión, eso sí sin molestar a quienes compartían el albergue con nosotros y sin recibir ninguna amonestación por parte de los trabajadores del mismo.
La última jornada, el día 29, fue sin duda espectacular, tanto que nos hizo olvidar los pesares del día anterior. El día nos regaló un sol maravilloso, un paisaje espectacular y unas condiciones idóneas para la práctica del esquí. Fue sin duda la jornada más alegre y positiva, pues muchos de los alumnos dominaban ya los fundamentos básicos y pudieron deslizarse por las pistas verdes para principiantes, experimentando de verdad las fabulosas sensaciones que ofrece el esquí. Todo salió perfecto, y tras recoger los equipajes y la entrega de diplomas, cansados pero felices, con algo de tristeza por terminar esta extraordinaria experiencia, emprendimos el regreso a Córdoba, donde llegamos pasadas las ocho de la noche.
Un viaje que nuestro alumnado no olvidará, en el que hay que destacar el extraordinario comportamiento del grupo, que supo sufrir unas condiciones meteorológicas extremas, propias de la Alta Montaña, y que en todo momento fue capaz de combinar la alegría con el respeto a las normas básicas de convivencia. Alumnos y profesores se mostraron encantados con la experiencia, que esperemos repetir en los cursos siguientes para que nuestro alumnado conozca este rico Patrimonio Natural de Andalucía que, de otra forma, sería complicado por lo elevado de su precio.
Informa Martín López
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